jueves, 5 de mayo de 2011

La gente y sus cosas

Creo que a la gente le cuesta entender las cosas. Uno puede pasarse la vida repitiendo y repitiendo que no le gusta esto o que le encanta hacer lo otro y el resto lo obviara, olvidará o simplemente no hará caso.

Algunas de esas cosas pueden ser normales, como que no te gusten los guisantes, o que te dan alergia las flores pero aún así te encanta olerlas. Pero otras pueden ser excéntricas, raras o simplemente incomprensibles.

Y parece ser que eso es lo que me pasa a mi con el mundo. Que sólo pido una cosa en la vida, sólo una y la gente no me lo concede pensando que es una bobada.

Odio tener a la gente pegada a mi. Y no es sólo que lo odie, es que literalmente no puedo soportarlo. Me pongo nerviosa, no hago más que mirar a otro lado o poner cualquier excusa para irme. Claro que hay personas y personas, gente con la que no me importa está cerca porque sé que hay confianza o compenetración y gente con las que hablo de ciento en viento y que, sinceramente, no quiero tenerlos a menos de cincuenta centímetros de mi.

Lo peor de esta "fobia" no es que todos decidan pasar de ellos, no. Es que se piensan que es de coña y que sólo soy una borde y una estrecha. ¡Ja! Ojalá fuera eso. ¿Sabéis cuando os piden salir a hablar en público y empiezan a sudaros las manos, o a tener palpitaciones? Pues ahora imaginaos eso cada vez que a mi se me acerca alguien.

Y pensaréis que es una chorrada. Pero no lo es. No conozco las intenciones de la gente. No sé que es lo que quieren o por qué se arriman tanto a mi y por eso me aparto.

La vida me ha hecho ser desconfiada. Lo siento, pero es así. Así que por favor, la próxima vez que os diga que no os acerquéis porque me incomoda, no me lo hagáis pasar mal. Al final lo lamentaréis.

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